Patriotismo e Internacionalismo

Llamamos patriotismo al amor a la patria, a la tierra donde uno nació. Es una de las más profundas emociones que encontramos en las masas. Se han cantado muchas canciones para enaltecer el amor a la patria; también los poetas y científicos han escrito mucho al respecto. Pero no todos entienden o hablan de la misma manera el concepto de patriotismo. Cuando habla un representante de los trabajadores, él identifica el sentido del deber patriótico con la lucha por la felicidad del pueblo trabajador. Sin embargo, los ideólogos de las clases explotadoras, por lo general, tratan de utilizar el amor de las masas por su país en beneficio de sus intereses de clase egoístas. La burguesía usualmente sustituye el patriotismo con el nacionalismo, corrompiendo las mentes de la gente sencilla, inculcándoles ideas chovinistas y reaccionarias. El nacionalismo o chovinismo no tiene nada en común con el patriotismo de las masas trabajadoras. La burguesía y sus ideólogos siempre han albergado prejuicios nacionalistas, pero apenas sus bolsillos se ven amenazados traicionan el interés nacional sin la más mínima vacilación. La historia de la dominación de la burguesía está llena de ejemplos de traición nacional. La afirmación de Carlos Marx que dice que desde que la burguesía se convirtió en clase dominante su patriotismo ha degenerado en puro engaño, no fue un comentario casual. Es conocido, por ejemplo, que en 1871, durante la guerra franco-prusiana, cuando el ejército francés había sido derrotado y el país estaba en las garras de una profunda crisis política que condujo a la creación de la Comuna de París, la burguesía entró en un pacto vergonzoso con los vencedores prusianos. El verdugo Louis Adolphe Thiers, político de la burguesía francesa, desató una monstruosa y sangrienta venganza contra el proletariado parisino por querer establecer una Francia nueva y libre. La burguesía rusa también tomó el camino de la traición abierta de los intereses nacionales en el periodo 1917-1920, después de que el proletariado ruso, en alianza con el campesinado pobre, tomara el poder en sus manos.Los capitalistas y terratenientes que habían sido derrocados por la revolución socialista, se aliaron con los imperialistas de Alemania, Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Japón, y estuvieron dispuestos a vender Rusia, estuvieron dispuestos a cometer el crimen más atroz contra los pueblos de su país. Y si la clase obrera, dirigida por el Partido bolchevique, no hubiera salvado Rusia en ese momento, hubiera perdido su independencia económica y política y se hubiera convertido en una colonia de los bandidos imperialistas.


 Casos igualmente notables de infame traición de la burguesía a sus propios países se dieron en 1938-1940, cuando los agresores fascistas, con la complicidad de los conocidos “pacificadores de Munich”, desencadenaron la Segunda Guerra Mundial.


El pueblo francés nunca olvidará el trágico verano de 1940, cuando un puñado de despreciables cobardes y traidores –Daladier, Reynaud, Petain y otros de su calaña– entregaron Francia a los verdugos hitlerianos. “Mejor Hitler que la victoria del Frente Popular” fue el grito cínico de los miserables gobernantes de Francia en esos días. Noruega, Rumania, Bulgaria y otros países directa o indirectamente bajo la bota de Hitler, fueron descaradamente traicionados por sus propias clases dominantes reaccionarias. Cuando la Alemania hitleriana fue derrotada por el valeroso Ejército Soviético, las camarillas dirigentes de Francia, Italia y otros países de Europa occidental convirtieron a sus pueblos en vasallos de los monopolistas norteamericanos.

¿Hay alguien que no sepa que los mandamases de Wall Street se están enseñoreando en los países capitalistas europeos como lo hacen en su propio territorio? Los imperialistas norteamericanos han esclavizado económica y políticamente a esos países, con la ayuda del conocido “Plan Marshall”. Arrastrándose ante las bolsas de dinero del otro lado del océano, perdiendo el último vestigio de orgullo nacional, los círculos gobernantes de los países capitalistas europeos se niegan a reconocer el derecho de los pueblos a la soberanía nacional, incluso de palabra. Los ideólogos de la burguesía, incluyendo los socialistas de derecha, lacayos del imperialismo, han elaborado “teorías” sobre la necesidad de la sumisión servil de Europa occidental ante los monopolios norteamericanos.

 Temiendo y odiando a sus pueblos, las clases dominantes de los países capitalistas de Europa han pisoteado todo lo que huela a patriotismo. Las palabras del gran Lenin –“cuando se trata de los beneficios de la clase, la burguesía venderá el país y entrará en acuerdos turbios con cualquier extranjero, en contra de su pueblo”. (Obras Completas, 3ª ed. rusa, vol. XXIII)– son confirmadas en nuestros días, con excepcional fuerza. Todo el mundo sabe cuán despreciablemente se ha comportado Chiang Kai-shek hacia el pueblo chino. Expulsado de su país por el pueblo, este traidor sigue pidiendo a los imperialistas norteamericanos que intervengan contra la República Popular China. Frente a la vergonzosa traición de la burguesía nacional reaccionaria se destaca notablemente el patriotismo genuino de la gente sencilla, las masas trabajadoras, con cuyo trabajo se crean todas las buenas cosas de la vida.

Cada obrero y cada campesino trabajador puede decir con legítimo orgullo que su país también está endeudado con él, por su existencia y desarrollo, ya que una pizca de su trabajo se encuentra en todo lo que ha sido creado por manos humanas. Amar a la patria y trabajar por su bien y prosperidad no significa ser enemigo de otros pueblos. Por el contrario, un verdadero patriota ama a su pueblo y respeta a los otros pueblos. Por supuesto, es natural que un patriota tenga orgullo nacional.

No puede evitar estar orgulloso de los hechos históricos de su nación. Es consciente del hecho de que su país también ha contribuido al desarrollo de la civilización y la cultura mundiales. El orgullo patrio, no obstante, es la antítesis de la arrogancia nacionalista. El amor por la patria de ninguna manera puede impedir la solidaridad de los trabajadores de todas las naciones, y el reconocimiento de la igualdad, la libertad y la independencia de los otros pueblos. Lenin nos enseña que el interés del orgullo nacional, pero no entendido servilmente, coincide con el interés socialista del proletariado de todas las naciones. El verdadero patriotismo denota un amor a la patria que no puede tolerar el sojuzgamiento nacional y social de un pueblo por otro.

 Los verdaderos patriotas son defensores abnegados de la causa de la clase obrera y demás trabajadores, de la paz y del socialismo. Su amor por la patria no puede estar divorciado de su lucha práctica por alcanzar un mejor futuro para su pueblo.

En su notable artículo “El orgullo nacional de los rusos”, escrito en 1914, Lenin dijo: “¿Es ajeno a nosotros, proletarios conscientes rusos, el sentimiento de orgullo nacional? ¡Naturalmente que no! Amamos nuestra lengua y nuestra patria, nos esforzamos con todo nuestro empeño para que sus masas trabajadoras (es decir, las nueve décimas partes de su población) se eleven a una vida consciente de demócratas y socialistas… Nos invade el sentimiento de orgullo nacional, porque la nación rusa ha creado también una clase revolucionaria, ha demostrado también que es capaz de dar a la humanidad ejemplos formidables de lucha por la libertad y por el socialismo…”. (V.I. Lenin, Obras Completas, 4ª ed. rusa, vol. XXI).

 En la actualidad, el concepto de patriotismo se funde con el concepto de democracia y socialismo. Sólo aquel que actúa sin miedo y con valentía contra la política antipopular y traidora de la burguesía imperialista se puede considerar como verdadero hijo de su patria. En nuestra época, sólo los Partidos Comunistas y Obreros, adhiriéndose a la plataforma del marxismo-leninismo, valoran y expresan las ideas patrióticas.

 Durante los años de dominio fascista en Europa, los comunistas demostraron ser verdaderos hijos de sus patrias, porque ellos lucharon sin miedo y con total abnegación por la libertad y la independencia de los pueblos. Para obtener esta libertad, los comunistas no dudaron en dar sus vidas. Miles de miles de ellos murieron en la dura lucha contra los verdugos fascistas. Durante la ocupación fascista de su país, la clase obrera de Francia y los hombres y mujeres progresistas de otros sectores del pueblo francés, dieron un gran ejemplo de total dedicación a la lucha por la libertad de su tierra natal.

La pesadilla de las prisiones de la Gestapo, las ejecuciones masivas, la humillación sin precedentes: los comunistas y obreros pasaron por todas estas cosas para liberar al pueblo del oprobio de la esclavitud fascista. Por tal motivo, no sorprende que el pueblo haya adquirido profunda confianza y respeto por los comunistas, considerándolos como los verdaderos y fidedignos paladines de la causa de los trabajadores. Sólo la clase obrera, junto con millones de campesinos trabajadores e intelectuales progresistas, se preocupa realmente por sus países y desarrolla una lucha resuelta contra los belicistas imperialistas. Patriota es quien denuncia los planes de agresión de los imperialistas angloamericanos y sus cómplices, y quien abierta y denodadamente levanta su voz en defensa de la paz, la democracia y el socialismo.

 2.¿Qué es el internacionalismo? 

 Desde que la clase obrera apareció en la arena social como una fuerza política independiente, su arma ideológica en la lucha contra la burguesía ha sido el internacionalismo proletario, esto es, la idea de la solidaridad y de la unidad de todos los obreros sin distinción de nacionalidad y raza. “¡Proletarios de todos los países, uníos!” fue la forma concisa y efectiva en que Marx y Engels expresaron la esencia del internacionalismo en su famoso “Manifiesto del Partido Comunista”.

El internacionalismo proletario es la antítesis del nacionalismo burgués, que representa la ideología y la política de las clases explotadoras. Lenin señaló que el internacionalismo proletario y el nacionalismo burgués son consignas irreconciliables que corresponden a los dos bandos de clase del mundo capitalista. Ellos expresan dos ideologías opuestas y dos políticas diferentes. Subyacente en el internacionalismo está la idea de la solidaridad de clase de los explotados y los trabajadores, la lucha por la libertad y la independencia de todos los pueblos, grandes y pequeños. El nacionalismo es el arma ideológica de la burguesía, un medio para inflamar la animosidad y la desconfianza entre los pueblos.

 Con la ayuda del nacionalismo, la burguesía trata de dividir y debilitar las fuerzas del pueblo trabajador, con el fin de fortalecer su dominación económica y política. El nacionalismo tiene su origen en la premisa falsa y reaccionaria de que los pueblos están divididos en razas superiores e inferiores, “perfectas” e “imperfectas”, y que las razas “superiores” deben dominar a las otras. Una forma especialmente detestable y odiosa de nacionalismo burgués es el racismo, que divide a los pueblos en gobernantes “natos” y esclavos. Todos saben que el racismo fue la ideología oficial de los fascistas alemanes e italianos y de los militaristas japoneses. Los bandidos fascistas proclamaron abiertamente el derecho de la raza “superior” a esclavizar y exterminar a otros pueblos.

 El racismo sirvió a los hitleristas como justificación de sus planes salvajes para conseguir la dominación del mundo. Es característico, sin embargo, que mientras de palabra declaraban al pueblo alemán como la raza “superior”, de hecho, lo consideraban simplemente como carne de cañón para lograr los objetivos de rapiña de los monopolistas alemanes. La ideología del racismo ahora ha sido inscrita en la bandera de los nuevos contendientes por la supremacía mundial: los imperialistas angloamericanos. La banda corrupta de políticos y científicos al servicio de los jefes de Wall Street y la City exaltan la superioridad imaginaria de la raza anglosajona sobre los demás pueblos. Bajo la bandera del nacionalismo, los imperialistas traman conspiraciones contra la libertad y la independencia de los pueblos, organizan guerras de rapiña, inflaman conflictos nacionales entre los trabajadores, y saquean y oprimen a los pueblos coloniales.

 El nacionalismo es al arma viciada que utiliza la burguesía en su aplicación del viejo principio de los esclavistas “divide y vencerás”. “Los capitalistas y los terratenientes”, escribió Lenin, “quieren dividir a los obreros de las diferentes naciones a cualquier costo, pero ellos, los poderosos del mundo, se mantienen espléndidamente unidos como los accionistas de “negocios” millonarios y “lucrativos”…” (V.I. Lenin, Obras Completas, 4ª ed. rusa, vol. XIX). En contraste con el nacionalismo burgués, el internacionalismo proletario surge del reconocimiento de que los trabajadores de todos los países tienen intereses comunes fundamentales. En el internacionalismo subyace la premisa de que la tarea urgente de los trabajadores de todas las nacionalidades es la abolición de la explotación capitalista y de todas las formas de opresión nacional y política.

 Los internacionalistas dividen a la gente no de acuerdo a qué nación pertenecen o de qué nación provienen, sino de acuerdo a su condición social, trazando una línea divisoria clara entre los ricos y los desposeídos, entre los explotadores y los explotados. Los internacionalistas se oponen a toda forma de opresión nacional de un pueblo por otro. El marxismo enseña que un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser libre. El internacionalismo proletario exige plena libertad e igualdad para las naciones como condición básica para la confianza mutua y la solidaridad de clase entre los trabajadores de todos los países.

 “Los obreros”, escribió Lenin, “están contra el viejo mundo de opresión nacional, de conflictos nacionales o de aislamiento nacional, están por un mundo nuevo, de unidad de los trabajadores de todas las naciones, un mundo en que no haya lugar para el privilegio particular ni para la más mínima opresión del hombre por el hombre”. (Obras Completas, 4ª ed. rusa, vol. XIX). En la lucha por la libertad y la igualdad de las naciones, los internacionalistas nunca renuncian a los intereses de clase fundamentales del proletariado y los intereses del movimiento socialista internacional. El que pierda de vista, aunque sea por un momento, las tareas de la solidaridad internacional del pueblo trabajador en la lucha contra el capitalismo, no es internacionalista.

 Un internacionalista no puede olvidar nunca la lucha de clases, no puede ni debe olvidar que los intereses del proletariado y los de la burguesía son irreconciliables. Cualquier negligencia de las tareas del proletariado conducirá inevitablemente a la traición del internacionalismo proletario y a la deserción hacia el campo del nacionalismo burgués. Internacionalista es el que, siempre y bajo cualquier circunstancia, subordina los intereses nacionales a los intereses de la lucha por la victoria de la clase obrera sobre la burguesía, por el socialismo.

 El internacionalismo pone por encima de todo los intereses de la solidaridad proletaria internacional y los intereses de la lucha por la emancipación del proletariado. Pero esto de ninguna manera significa que el internacionalismo relegue los intereses nacionales al olvido. A la vez de ser un enemigo implacable del nacionalismo burgués, el internacionalismo proletario defiende consecuentemente el derecho de los pueblos a la independencia y a la libertad. Los internacionalistas sostienen que el libre desarrollo de las naciones es la condición principal para eliminar los conflictos entre las naciones y para establecer una amistad duradera entre los pueblos.

 En relación con esto, es necesario llamar la atención sobre la posición verdaderamente internacionalista adoptada por aquellos grupos y capas del pueblo trabajador en Francia que protestan resueltamente contra la guerra que lleva a cabo el imperialismo francés en Vietnam y exigen la plena libertad e independencia del pueblo vietnamita. De todo lo que se ha dicho se desprende que el internacionalismo proletario no sólo no niega el patriotismo sino que, por el contrario, está indisolublemente unido a él.

 Sólo puede ser internacionalista y patriota genuino quien ama a su pueblo y respeta a los otros pueblos, quien sabe cómo combinar el amor por su país con el ardiente odio a los opresores de los pueblos. Un internacionalista no puede ser indiferente al destino de su país y al destino de los demás pueblos. Cuando a fines de junio de 1950 el presidente de los Estados Unidos Truman lanzó la intervención contra el pueblo coreano, una manifestación de 18,000 obreros e intelectuales progresistas de Nueva York gritó “Fuera de Corea”. Ellos actuaron como patriotas e internacionalistas.

 Una actitud desdeñosa hacia los intereses nacionales es totalmente ajena al internacionalismo proletario. El internacionalismo no tiene nada en común con el cosmopolitismo. Éste niega el amor a la patria, promueve la indiferencia hacia la tierra natal y a las formas nacionales de cultura, y propaga la “ciudadanía universal”. El cosmopolitismo, como el nacionalismo, es una ideología reaccionaria de la burguesía imperialista. El imperialismo angloamericano emplea la propaganda del cosmopolitismo como un arma ideológica dirigida contra los pueblos que luchan por la libertad y la independencia nacional.

El cosmopolitismo es un método utilizado por los imperialismos norteamericano e inglés para disfrazar sus planes anexionistas y de agresión para conquistar la supremacía mundial. En su tiempo, los fascistas alemanes soñaron con esclavizar a los pueblos del mundo, siguiendo abiertamente una política racista. Como resultado de la derrota militar de la Alemania fascista esta ideología de odio sufrió un duro golpe.

 Los actuales contendientes por la supremacía mundial –los imperialistas angloamericanos– están siguiendo la misma política, pero ocultan sus objetivos imperialistas y mercenarios mediante el uso de frases como la “ciudadanía universal” y el “gobierno mundial”. Para conservar su posición dominante en los países coloniales y dependientes, los imperialistas norteamericanos e ingleses y sus socios menores en otros países capitalistas se ven obligados a recurrir no sólo a la supresión de los pueblos oprimidos sino también a propagar las ideas del cosmopolitismo, que están elaboradas para socavar y corromper la conciencia nacional de los pueblos.

 El cosmopolitismo también sirve a los objetivos de la lucha de los imperialistas contra el movimiento laboral internacional. Más que a cualquier otra cosa, la burguesía teme la solidaridad internacional, la unidad del pueblo trabajador y el despertar de la conciencia de clase del proletariado. Lenin señaló que el capital pone la preservación de la alianza de los capitalistas de todos los países contra los trabajadores, por encima de los intereses del país, del pueblo y de cualquier otra cosa. Los líderes socialistas de derecha, que son los perros guardianes de la ley y el orden capitalistas, también se han mostrado como entusiastas defensores del cosmopolitismo.

Congraciándose con los monopolios capitalistas norteamericanos y traicionando vergonzosamente los intereses nacionales de sus países, los líderes socialistas de derecha desprecian los sentimientos patrióticos del pueblo y minimizan el principio de soberanía nacional. Los “socialistas” de derecha llaman a los pueblos a renunciar a la soberanía nacional, acusan de “nacionalismo económico” a todos aquellos que se oponen a los planes de rapiña del imperialismo norteamericano. Los propagandistas del cosmopolitismo no sin frecuencia se disfrazan de internacionalistas.

En 1949, “Arbeiterzeitung”, el órgano de los socialdemócratas austriacos, escribió lo que sigue, en respuesta a la pregunta “¿qué es cosmopolitismo?”: “Literalmente significa hombre que pertenece al universo, al mundo entero; es decir, un ciudadano del mundo cuyas ideas y sentimientos se han volcado hacia todos los pueblos de la tierra; en otras palabras, alguien que aspira al internacionalismo.” Esa es una desvergonzada mentira. Los internacionalistas nunca han sido gente sin pueblo ni familia.

Los internacionalistas proletarios se oponen de forma irreconciliable al cosmopolitismo burgués, que niega el derecho de los pueblos a la independencia y predica la política de asimilación de las naciones, su “fusión” forzada a manos de las grandes potencias imperialistas. El cosmopolitismo es simplemente la otra cara de la moneda del nacionalismo burgués. Ambos, el cosmopolitismo y el nacionalismo, son enemigos de los pueblos. No es casual que los servicios de inteligencia imperialistas recluten sus agentes entre los adherentes del cosmopolitismo y el nacionalismo.

 Un ejemplo gráfico de esto es la camarilla nacionalista de Tito, que se ha pasado completamente al servicio de inteligencia angloamericano y ha convertido la administración del Estado yugoslavo en una herramienta de ese servicio. Los nacionalistas y los cosmopolitistas ayudan a la burguesía imperialista a romper la unidad de la clase obrera y suprimir el movimiento de liberación nacional.

El nacionalismo y el cosmopolitismo son armas utilizadas por las ideologías belicistas de los enemigos de la paz, de los enemigos de la Unión Soviética y las democracias populares. La lucha resuelta e implacable contra el nacionalismo burgués y el cosmopolitismo es una tarea urgente de todos los Partidos Comunistas y Obreros y de todos los verdaderos internacionalistas. Ahora, más que nunca, los Partidos Comunistas y Obreros se enfrentan a la tarea de llevar a cabo la lucha contra el peligro de una nueva guerra y la subyugación nacional de los pueblos por los imperialistas angloamericanos, contra el nacionalismo burgués y su contraparte el cosmopolitismo. Es de primera importancia educar a la clase obrera y a los demás trabajadores en la idea del internacionalismo socialista.

 3.El patriotismo soviético es la encarnación del internacionalismo 

 Que el patriotismo y el internacionalismo no se excluyen sino que se complementan es evidenciado por el patriotismo del pueblo soviético. El pueblo trabajador de la Tierra de los Soviets ha sido educado, desde los primeros días de existencia del Estado soviético, en el espíritu del internacionalismo proletario. Al mismo tiempo, el pueblo soviético guarda un profundo afecto por su país.

 El Partido bolchevique inculcó en los hombres y mujeres soviéticos el orgullo nacional, una elevada conciencia de los intereses nacionales, un sentido de responsabilidad por su Estado socialista y una disposición a defender incondicionalmente su libertad e independencia. El amor por la patria socialista inspira al pueblo soviético a realizar grandes hazañas y proezas heroicas. El patriotismo soviético, sin embargo, de ninguna manera es una manifestación de intolerancia nacional. El nacionalismo y el chovinismo son ajenos al patriotismo soviético.

 Describiendo la naturaleza del patriotismo soviético, J.V. Stalin dijo lo siguiente:

 “La fuerza del patriotismo soviético reside en el hecho de que está basada no en los prejuicios nacionalistas o raciales sino en la profunda devoción y lealtad del pueblo a la patria soviética, en la cooperación fraternal de los trabajadores de todas las naciones que habitan nuestro país. El patriotismo soviético es una mezcla armoniosa de las tradiciones de los pueblos y los intereses fundamentales comunes de todos los trabajadores de la Unión Soviética. El patriotismo soviético no divide, une a todas las naciones y nacionalidades de nuestro país en una sola familia”. (J. Stalin, “Sobre la Gran Guerra Patria de la Unión Soviética”, Moscú, 1946) 

 El patriotismo soviético se ha desarrollado sobre la base del internacionalismo proletario. Tal patriotismo sólo se podía desarrollar como resultado de la abolición del capitalismo y de todas las formas de opresión de clase y nacional que le son inherentes, sobre la base del surgimiento y consolidación de nuevas naciones socialistas. El poder soviético acabó con el antiguo régimen de opresión nacional y de negación de derechos de los pueblos que existía en Rusia, reconoció el derecho de todos los pueblos a un desarrollo nacional libre. Todos los pueblos de la Unión Soviética constituyen una sola familia.

En la sociedad soviética, ha triunfado la ideología de la igualdad de todas las razas y naciones, la ideología de la amistad entre los pueblos. La victoria de la ideología soviética de amistad entre los pueblos es garantizada por la Constitución de la URSS –la Constitución de Stalin– que proclama que: “Es ley inviolable la igualdad de derechos de los ciudadanos de la URSS, sin distinción de nacionalidad ni de raza, en todas los dominios de la actividad económica, pública, cultural, social y política”.

 En la URSS conviven más de sesenta naciones, grupos nacionales y nacionalidades, todos ellos forman una sola familia de miembros iguales y libres de la sociedad soviética. Los intereses de la tierra natal socialista son igualmente caros para todos los pueblos de la Unión Soviética. En 1942, durante el asedio de Leningrado por las tropas nazis, se encontró una nota en el cadáver de Kayun Rajmanov, hijo del pueblo uzbeko que murió como un héroe. La nota decía: “La vida es la patria. La patria es mi familia, mi aldea, toda mi tierra soviética. Cuando el enemigo toma una pulgada de la tierra natal, corta una parte de mi cuerpo. Vine aquí desde una tierra donde abundan la luz del sol, la tierra fértil, el algodón, las uvas, los vastos rebaños, donde la vida es feliz.

 Cuando los fascistas invadieron el suelo soviético sentí que el valle de Ferghana se estremecía. Y ahí donde latía un verdadero corazón uzbeko se decía: ‘¡Adelante, a detener al enemigo, a defender tu hogar, tu familia!’ Y así vine a Leningrado. Sin Moscú, sin Leningrado, sin la Rusia soviética no puede haber libertad para Uzbekistán”. Es precisamente la conciencia de la comunidad y de la indivisibilidad de los intereses fundamentales de los trabajadores de todas las nacionalidades de la URSS, la que confiere una inmensa fuerza al patriotismo soviético. Los soviéticos y soviéticas no divorcian sus intereses nacionales de los intereses de los trabajadores de los demás países. Ellos consideran la causa de la construcción del comunismo en la Unión Soviética como parte integrante de la causa común del proletariado mundial.

 “La clase obrera de la URSS es parte del proletariado mundial, su destacamento avanzado, y nuestra república es hija del proletariado mundial”, ha señalado Stalin. 

 Al luchar por la independencia y la libertad de la URSS, el pueblo soviético ayuda al mismo tiempo a la causa de la independencia y la libertad de los demás pueblos, porque la Unión Soviética es el baluarte y el centro de la lucha por la emancipación de todo el proletariado internacional.

 En la guerra contra los esclavizadores fascistas, los soviéticos y soviéticas desplegaron el máximo sacrificio y heroísmo en masa sin paralelo en la defensa de su patria. Y tampoco escatimaron sus fuerzas y sus vidas en la lucha por la libertad y la independencia nacional de los demás pueblos. Ningún hombre o mujer sinceros de cualquier lugar del mundo puede negar ahora que sin el heroico esfuerzo del pueblo soviético, que derrotó al fascismo alemán y al imperialismo japonés, no hubiera habido países de democracia popular en Europa y Asia y no hubiera existido un poderoso campo del socialismo y la democracia, no hubiera habido un campo de la paz en oposición al campo de los instigadores de la guerra.

 Un ejemplo notable del internacionalismo de los trabajadores de la URSS es la ayuda desinteresada y fraternal que brinda el pueblo soviético a las democracias populares –Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria y Albania– que están construyendo su economía socialista, y también al pueblo chino en sus esfuerzos por realizar la recuperación económica de su sufrido país.

 En su amistad con la URSS, los trabajadores de las democracias populares ven una garantía de su exitoso desarrollo hacia el socialismo. En su mensaje de saludo a N.M. Shvernik, presidente del Presídium del Soviet Supremo de la URSS, con motivo del sexto aniversario de la firma del Tratado de Amistas, Asistencia Mutua y Cooperación entre Checoslovaquia y la Unión Soviética, Klement Gottwald, presidente de la República Checoslovaca, escribió: “El pueblo checoslovaco es cada vez más consciente del hecho de que la alianza y amistad con la Unión Soviética es su única garantía de una verdadera independencia.

 Se está convenciendo de ello con particular fuerza en este momento cuando el imperialismo mundial está desplegando un ataque creciente y paulatino a la independencia y la soberanía de las naciones pequeñas. Nuestro pueblo entiende también que sólo la asistencia brindada por la fraternal Unión Soviética, el firme baluarte del socialismo, garantiza su éxito en la construcción del socialismo, que sólo el apoyo, la experiencia y el ejemplo de la Unión Soviética indican y allanan el camino probado para la construcción de un mañana mejor y más feliz”.

 La política cuyo principio guía es la agresión y la supresión de la soberanía nacional de los otros países es totalmente ajena a la Unión Soviética. No hay clases o grupos en la URSS interesados en guerras de expansión. Y no es casual que precisamente el gobierno soviético sea el que siempre ha seguido y sigue una política exterior de paz, una política de amistad y cooperación con todos los pueblos. El pueblo soviético respeta la libertad y la independencia nacional de los demás pueblos. Este rasgo de la política nacional soviética fue caracterizado por Stalin de la siguiente manera:

 “Mucha gente no cree que las relaciones entre una gran nación y una pequeña puedan estar basadas en la igualdad. Pero nosotros, el pueblo soviético, sostenemos que tales relaciones pueden y deben existir. El pueblo soviético sostiene que toda nación –grande o pequeña– tiene sus características cualitativas distintivas, su propia naturaleza especifica, que sólo ella posee y de la que las otras naciones carecen. Esos rasgos distintivos constituyen la contribución de cada nación al tesoro común de la cultura universal, a la que complementa y enriquece. En ese sentido, todas las naciones –grande o pequeña– están en una posición similar y cada nación es igual a cada una de las otras naciones”. 

 Los políticos burgueses, que tienen la costumbre del ladrón que juzga a los demás por su condición, están difundiendo invenciones calumniosas de una supuesta amenaza que proviene de la URSS. Sin embargo, ninguna persona honesta puede dejar de reconocer que el Estado soviético está trabajado tenazmente por la paz entre los pueblos, por la amistad y la cooperación entre todos los pueblos, grandes y pequeños. Esto es lo que explica la creciente y firme simpatía de los trabajadores de todos los países hacia la Unión Soviética, a pesar de las muchas intrigas y falsos rumores que propagan los imperialistas y sus agentes.

 Los lazos internacionales de los trabajadores de la Unión Soviética con los pueblos de los demás países se han hecho inconmensurablemente más fuertes, porque toda persona sencilla inteligente de cualquier parte del mundo entiende que la consolidación y desarrollo del sistema socialista en la URSS es la garantía más segura de que la lucha de los trabajadores de todos los países contra la reacción y la opresión imperialista alcanzará la victoria.

 Los Partidos Comunistas y Obreros consideran como una de sus tareas cardinales fomentar el amor por la URSS –la patria de todos los trabajadores. La devoción a la Unión Soviética, la cuna del socialismo, y la lucha resuelta contra cualquier maquinación antisoviética de parte de los enemigos de la clase obrera, es la piedra de toque, el criterio, del genuino internacionalismo proletario. Ya en 1927, el gran líder de los pueblos, J.V. Stalin, decía que internacionalista es aquel que está dispuesto a defender a la Unión Soviética, sin reservas, sin vacilaciones e incondicionalmente.

 La historia ha confirmado la sabiduría de esta tesis de Stalin. Siguiendo el camino de la actividad antisoviética, la camarilla nacionalista burguesa de Tito de Yugoslavia ha traicionado la causa del internacionalismo proletario y se ha vendido a los imperialistas angloamericanos. Hoy la banda fascista de Tito es un destacamento de choque de la reacción internacional, una agencia de los servicios de inteligencia imperialistas.

 La posición internacional de los Partidos Comunistas fue claramente expresada por el valiente hijo del pueblo francés, el líder del Partido Comunista de Francia, Maurice Thorez, en su famosa declaración de que el pueblo de Francia nunca luchará contra la URSS, y que, en el caso de una agresión imperialista contra la Unión Soviética, los comunistas de Francia harán todo lo que esté en sus manos por ayudar a que la URSS venza a los imperialistas.

 En la lucha por las ideas del internacionalismo proletario, los Partidos Comunistas y Obreros están al mismo tiempo luchando por fomentar entre el pueblo trabajador el amor y la devoción por la Unión Soviética, y por la firme amistad entre los pueblos de la URSS y los trabajadores de todos los países. El pueblo soviético, educado por el Partido de Lenin y Stalin en el espíritu del internacionalismo socialista y el patriotismo soviético, es un ejemplo de paladín firme y abnegado por la paz y los intereses vitales de los pueblos de todo el mundo.

 4. La lucha por la paz es el deber patriótico e internacionalista de los trabajadores

 El patriotismo y el internacionalismo son los signos de nuestros tiempos. La lucha de los pueblos por la libertad y la independencia de sus países y contra la usurpación de los bandidos imperialistas está indisolublemente ligada a la solidaridad internacional, a la unidad de todas las fuerzas progresistas y democráticas. Es imposible amar a la patria, servir a sus intereses y defender su soberanía nacional sin la unidad de los trabajadores de todos los países, sin la estrecha amistad con la Unión Soviética y las democracias populares.

 En la situación actual, cuando los imperialistas norteamericanos y sus cómplices europeo-occidentales están cultivando y propagando las ideas perniciosas y ultrarreaccionarias del nacionalismo y el cosmopolitismo, no hay tarea más honorable que la de fortalecer la unidad de los trabajadores y la de promover entre ellos la idea del deber internacional y la responsabilidad patriótica por el destino de sus países. Los mandamases del campo imperialista están tratando de desencadenar una nueva guerra que, ellos creen, los ayudará a librarse de las contradicciones del sistema capitalista.

 Con esto en mente, los imperialistas quieren corromper a las amplias masas populares inculcándoles el odio de unos contra otros y la indiferencia ante los intereses de sus países, esperando de esa forma convertir a los pueblos en instrumentos dóciles para librar la guerra. Los bandidos imperialistas abrigan la criminal idea de que tendrán éxito en comprar las conciencias de los trabajadores por un plato de lentejas, y de que la juventud de Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Alemania Occidental y otros países servirá como carne de cañón en una guerra filibustera por el dominio del mundo por parte de los imperialistas norteamericanos.

 Esa es la razón por la que es particularmente necesario ahora elevar la vigilancia de los pueblos contra las intrigas de los belicistas. La lucha por la paz, la democracia y el socialismo es el deber patriótico e internacional principal de todo obrero, campesino e intelectual honrado en cualquier país. La paz puede ser conservada si todas las fuerzas de los partidarios de la paz se unen y aíslan al puñado de belicistas y a sus cómplices.

La unidad de la clase obrera y los demás trabajadores en cada país individual y a escala internacional es de importancia decisiva en la lucha por la paz, por las reformas democráticas y por el socialismo. A fin de alcanzar la unidad de la clase obrera es necesario realizar una firme e implacable campaña contra los dirigentes socialistas de derecha, que son los peores enemigos de la paz, cómplices directos de los instigadores angloamericanos de la guerra.

 Asustados por el crecimiento de las fuerzas de la democracia y el socialismo, los líderes socialistas de derecha no escatiman esfuerzos por entregar a los pueblos como esclavos a los imperialistas norteamericanos y hundir a la humanidad en una nueva guerra. El reciente congreso del “Partido Socialista” francés demostró con claridad que los líderes de este partido se oponen con vehemencia al retiro de las fuerzas expedicionarias francesas de Indochina, que están a favor de la continuación de la guerra colonialista y de intensificar aún más los preparativos para una guerra de agresión contra la Unión Soviética y las democracias populares.

 Los agentes del imperialismo, los socialistas de derecha están haciendo lo imposible por desbaratar la campaña de los partidarios de la paz para recolectar firmas de adhesión al llamamiento de Estocolmo del Comité Permanente del Congreso Mundial de la Paz. Para citar un ejemplo, los socialistas de derecha en Francia están exigiendo que el gobierno francés intensifique la represión contra los defensores de la paz. Ninguna infamia es tan grande para los líderes socialistas de derecha en sus esfuerzos por dividir las filas de la clase obrera y de los demás trabajadores. La socialdemocracia actual, nos enseñan Lenin y Stalin, es un soporte ideológico del capitalismo, su agencia en la clase obrera.

Sin golpear a la socialdemocracia, sin denunciar y aislar de las masas a los socialistas de derecha, lacayos del imperialismo, es imposible alcanzar la verdadera unidad de la clase obrera y su solidaridad internacional. Incorporar a todos los trabajadores en las filas unidas de los defensores de la paz y la democracia y desenmascarar a los socialistas de derecha, cómplices de los belicistas, es una de las más importantes tareas internacionalistas. El deber patriótico e internacionalista de todos los hombres y mujeres honestos en los países capitalistas, hoy, es impedir que sus países sean esclavizados por el imperialismo norteamericano y combatir indesmayablemente a los instigadores de una nueva guerra. La unión fraternal con los trabajadores de todos los países, y especialmente con la Unión Soviética y las democracias populares, es una garantía de paz duradera y de libertad para los pueblos.

Por S. Titarenko (1950)


 Fuente: Crítica Marxista-Leninista 


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