La autoridad de Stalin


















¿Cuáles son los rasgos característicos que definen la autoridad de Stalin, que han edificado esta fuerza, este amor popular, esta influencia reconocida por todos, con la cual lograba conseguir lo imposible, construir una obra histórica épica? Vamos a intentar enumerar brevemente los principales rasgos que caracterizan a Stalin, a través de los testimonios de sus más cercanos colaboradores, camaradas y amigos, tal como lo veían y lo han descrito. Hemos distinguido los rasgos siguientes: 1. Conocimiento profundo del marxismo-leninismo; 2. Devoción a la revolución, al socialismo y a los intereses de los trabajadores; 3. Principios inquebrantables; 4. Una lógica de hierro, un gran intelecto, espíritu clarividente y lenguaje comprensible; 5. Decisión, firmeza y exigencia sin compromisos; 6. Talento organizador colosal; 7. Capacidad excepcional de trabajo; 8. Simplicidad y modestia en el trabajo, en su modo de vida, en sus relaciones con la gente.

1. Conocimiento profundo del marxismo-leninismo

Desde su más temprana edad, Stalin toma conocimiento del marxismo-leninismo. Stalin dice de sí mismo: «entré en la lucha revolucionaria a los 15 años, cuando me puse en contacto con los grupos marxistas rusos que se encontraban en el Cáucaso. Estos grupos tuvieron una gran influencia sobre mí, y me despertaron el gusto por la literatura marxista clandestina». [180]

Y su compañero de escuela, Shota Ivanovich Kvantaliani, escribe: «Cuando era alumno en el seminario, Stalin copió a mano «El Capital» de Marx, porque no teníamos más que un ejemplar». [181]

Según un proverbio latino, «quien escribe, lee dos veces». Es así como Stalin estudió «El Capital» de Marx. Y más tarde, participando en las luchas revolucionarias, transformándose en un revolucionario profesional, estudió las obras del marxismo-leninismo, así como las teorías de filósofos burgueses y, particularmente, trabajos históricos. Sus seis deportaciones a Siberia, donde estudió a los clásicos, le fueron tan beneficiosas como seis universidades. Molotov escribe: «Stalin leía mucho, mostraba interés por temas diversos. Trabajaba mucho sobre sí mismo».[182]

Y también: «Stalin absorbía muy rápidamente las novedades, poseyendo una muy gran capacidad de aprendizaje». [183]

Stalin desarrolló y amplió temas importantes de la teoría marxista-leninista, prosiguió la obra de Lenin sobre las condiciones complejas de la edificación del socialismo. Esta edificación no era un acto espontáneo, se realizaba según un análisis concreto y profundo de las condiciones de la lucha de clases. Esto representa un desarrollo creador del marxismo-leninismo en las nuevas condiciones históricas.

Molotov escribe: «Stalin ha dejado una herencia histórica valiosa sobre la cuestión nacional, sobre la industrialización, sobre la colectivización, sobre la guerra. Se nos puede decir que la guerra no es una teoría, pero sí una práctica. No, no es sólo práctica. Stalin ha dejado muchos escritos sobre este tema. Veía lejos y hondamente». [184]

La herencia histórica de Stalin es, en el fondo, la continuación de la teoría marxista-leninista en las nuevas condiciones históricas del siglo XX. Después de la muerte de Lenin, era el marxismo-leninismo creativo y victorioso.

2. Devoción a la revolución, al socialismo y a los intereses de los trabajadores

Respondiendo a las innumerables felicitaciones recibidas por su 50º Aniversario, Stalin escribió: «Pueden ustedes no dudar, camaradas, que estoy dispuesto a dedicar todas mis fuerzas, todas mis capacidades, y si hace falta, toda mi sangre, gota a gota, a la obra de la clase obrera, a la revolución proletaria y al comunismo mundial». [185]

Que Stalin permaneció fiel a la teoría marxista-leninista y dedicó su vida a la victoria de la revolución, de la edificación del socialismo, de la Gran Guerra Patria, es una verdad histórica.

Molotov dice: «sólo el hecho de que haya podido erradicar completamente la propiedad privada en un gran país como el nuestro, muestra su intelecto y su fidelidad a la teoría de Marx y de Lenin». [186]

Y también: «ninguna persona después de Lenin puede ser comparada con Stalin. Ni yo, ni Kalinin, ni Dzerzhinski, ni otros, habríamos hecho una décima parte de lo que hizo Stalin». [187]

Uno de los colaboradores próximos a Stalin, el general Shchemenko, escribe: «El trabajo era su vida. Por ejemplo durante la guerra, Stalin no descansaba ni un instante». [188]

Después de la guerra, Stalin tuvo la iniciativa de suprimir, ya en 1947, el sistema de racionamiento por cartillas de compras en la URSS, mientras, en países como Inglaterra o Francia, seguían vigentes. Molotov escribe a este propósito: «Después de la guerra, de 1947 a 1954, bajamos los precios siete veces, dividiéndolos por dos o por tres. Era extraordinario. Aún cuando Inglaterra tenía todavía el sistema de cupones durante este período». [189]

Los colaboradores próximos a Stalin citan muchos ejemplos y hechos que confirman la preocupación de Stalin por las masas trabajadoras: «había un hecho interesante que concernía al Mariscal Vasilevski. Me había contado cómo Stalin le había invitado a su casa. Había empezado por hacerle preguntas sobre su familia. Su padre era un simple sacerdote y Vasilevski no mantenía ya ninguna relación con él. Stalin lo sabía. No debe olvidar a sus padres -le dijo Stalin-, y usted tendrá por mucho tiempo que deberme algo. Fue a coger de un cajón un dossier lleno de giros postales. Stalin había mandado regularmente dinero al padre de Vasilevski, haciéndole creer que provenía de su hijo. Me quedé mudo, contaba el Mariscal». [190]

Se conservan muchas cartas de Stalin a sus próximos. Citaremos dos cartas a su madre, Elena Dzhugashvili:

«I. V. Stalin a E. Dzhugashvili, el 22 de diciembre de 1931.

¡Hola, mamá mía!:

He recibido tu carta. Felizmente no nos olvidas. Me siento culpable por no haberte escrito últimamente. Demasiado trabajo se ha acumulado en mi cabeza y no he conseguido encontrar un momentito para escribirte.

Cuídate. Si te falta algo, escríbeme. Nadia te envía el medicamento. Sé fuerte y goza de buena salud.

Yo me encuentro bien.

Vive mil años. Tu Sosso». [191]

«I. V. Stalin a E. Dzhugashvili, el 24 de marzo de 1934.

¡Hola mamá mía! :

He recibido tu carta, así como la mermelada y los higos. Los niños se han alegrado mucho de ello y te mandan sus agradecimientos y sus saludos.

Estamos contentos de que te encuentres bien y que tengas el espíritu alerta. Estoy bien de salud, no te preocupes por mí. Resistiré a mi destino. No sé si necesitas dinero. Te envío 500 rublos, por si acaso. Te envío unas fotos, la mía y la de los niños.

Que tengas buena salud, mamá mía. Se fuerte. Te mando un abrazo. Tu hijo Sosso». [192]

3. Unos principios inquebrantables

Estos principios concernían a todos, tanto a sus colaboradores, como a su familia. El antiguo ministro de Agricultura, I. A. Benediktov, escribe al respecto: «Ninguna consideración de amistad o de fidelidad personal hacia Stalin, ni sus relaciones familiares, tenían prioridad. Al contrario, era más exigente y más severo hacia la gente con la cual simpatizaba. Pienso en Molotov, Aiukov, Vonesenski, el constructor de aviones Yakovlev y algunos otros. Los intereses del país, del socialismo, estaban por encima de todo.» [193]

El hijo adoptivo de Stalin, Artem decía: «Yákov y yo, nos hicimos artilleros, y Vasili, piloto. Los tres, partimos hacia el frente. Desde el primer día, Stalin llamó por teléfono para que fuésemos movilizados inmediatamente. Este fue el único privilegio que hemos conseguido de él como padre (…) Hay cartas de Vasili a su padre. En una de ellas le pide que le mande dinero: se había creado una cantina en su división, y también pretendía que le hicieran un uniforme nuevo. Nuestro padre le dijo: 1. Que yo sepa, el aprovisionamiento del Ejército Rojo es suficiente. 2. Un uniforme particular para el hijo de Stalin en el Ejército Rojo, no está previsto. Así, Vasia no recibió ningún dinero.» [194]

También está la historia del hijo de Stalin, Yákov: «En 1941, Yákov es apresado por los alemanes. Estos últimos intentan en vano utilizarlo contra la URSS. Los alemanes conciben, en 1943, la propuesta de intercambiar a Yákov por el Mariscal Paulus*. Stalin no hace nada. A la observación de Molotov de que Yákov era, a pesar de todo, su hijo, Stalin contestó: En el frente, todos son mis hijos». [195]

[*Mariscal Friedrich Paulus, general en 1939, especialista en carros de combate. Jefe del Estado mayor alemán y Mariscal desde las campañas de Polonia y de Francia en la Segunda Guerra Mundial. Prepara la invasión de la URSS. Cercado en Stalingrado, se rinde el 31 de enero de 1943 con los 91 000 supervivientes de su ejército. Es el giro de la guerra, el principio de la derrota alemana... (nota del traductor. Fuente: Enciclopedia Larousse)]

Hay periodistas que utilizan este hecho para hablar de la «crueldad» de Stalin. ¿Y cómo hubieran reaccionado los padres de miles de presos de guerra que no podían ser canjeados? ¿Y todas las víctimas de la batalla de Stalingrado, renegados de un sólo golpe?

Los falsos humanistas no pueden contestar a estas preguntas.

Cuando Yákov fue asesinado por los alemanes en 1943, Stalin ahogó su pena hasta el final de la guerra. Como dice Molotov: «Stalin no compartía su pena, ni siquiera con sus allegados más cercanos. El único a quien se había abierto, era a su antiguo amigo de Tbilisi (ciudad donde Stalin pasó su juventud – nota del traductor), Kafiaradze, a quien había visitado en su casa después de la guerra. En el desayuno, Stalin le dijo en voz baja: «Han matado a mi hijo, el Georgiano», y con un gesto ritual, había mojado pan en el vino y lo había depositado sobre la mesa. Después, no volvió nunca más sobre esta cuestión». [196]

4. Una lógica de hierro, un gran intelecto, espíritu clarividente y lenguaje comprensible

Los más próximos colaboradores de Stalin hablan de sus cualidades. Molotov dice: «No había y no hay hombre más metódico, más talentoso que Stalin. Nadie después de la muerte de Lenin se orientaba mejor que él en cada situación. (…) Le reconozco como un gran hombre irremplazable». [197]

Y también: «Stalin tomaba apuntes personalmente de las reuniones, o dictaba a Poscribichov. Formulaba todo muy exactamente, muy rápidamente, y no sólo a grandes rasgos. La mayoría de las veces, entregaba un documento acabado». [198]

El Mariscal Zhúkov escribe: «Sus capacidades intelectuales, su experiencia en la dirección política, su gran conocimiento de los hechos y su increíble intuición, permitían a Iósif Vissariónovich Stalin dirigir las operaciones militares. Era capaz de encontrar el punto sensible de la situación estratégica, y lo aprovechaba para contrarrestar al enemigo, trasformando la operación en ofensiva. Sin duda alguna, merecía ser el comandante en jefe». [199]

El Mariscal Vasilevski escribe: «I. V. Stalin poseía no sólo un gran intelecto, sino también conocimientos asombrosamente amplios». [200] Para demostrar cómo el Comandante Supremo apreciaba la situación estratégica naciente en el Cáucaso, y en qué dirección tenía la intención de dirigir las futuras operaciones de nuestros ejércitos en ese sector del frente, citaré un telegrama de Stalin, dictado el 4 de enero de 1943, al Estado mayor del frente del Cáucaso, dirigido al General del ejército, J. V. Tiulenov. Lo cito para demostrar el valor de Stalin como Comandante Supremo, como hombre de acción que dirigía fuerzas armadas a una escala grandiosa. Hay muchos más documentos sobre la guerra, procedentes de Stalin en persona, donde se puede constatar cómo resolvió problemas operacionales y estratégicos muy importantes. Este telegrama, así como muchos otros documentos, permiten apreciar la competencia militar del Comandante Supremo. He aquí el texto:

«En primer lugar: el enemigo se retira de Cáucaso del Norte, incendiando los almacenes y destruyendo las carreteras. El grupo del Norte de Maslennikov se transforma en grupo de reserva, que tiene por tarea seguir ligeramente al enemigo. No tenemos ningún interés en echar al enemigo del Cáucaso del Norte, sino más bien en retenerlo, cercarlo y atacarle con el grupo del Mar Negro. Por esta razón, el centro de la operación del frente del Cáucaso, es transferido al sector del grupo del Mar Negro, lo que no entienden ni Maslennikov, ni Petrov.

En segundo lugar: carguen inmediatamente el 3º cuerpo de infantería del sector del grupo del Norte, y transfiéranlo a una velocidad acelerada al sector del grupo del Mar Negro. Maslennikov puede poner en acción al 58º ejército que está en reserva e inactivo allí, y podría ser muy útil en caso de una ofensiva con éxito.

La primera tarea del grupo del Mar Negro es la de ocupar Tikhoretskaya, por el lado Oeste, para impedir que el enemigo pueda sacar su material. Tendrán la ayuda del 51º ejército y, eventualmente, del 28º.

Su segunda tarea, y la más importante, es destinar una columna potente para la composición del grupo del Mar Negro que tomará Bataisk y Azov, entrará en Rostov por el Este, y encerrará al grupo enemigo del Cáucaso Norte, con el objetivo de hacerlo preso de guerra, y aniquilarlo. En esta tarea, le ayudará el flanco izquierdo del frente Sur de Eriomenko, quien tiene por tarea tomar posición al Norte de Rostov.

En tercer lugar. Ordene a Petrov que empiece su ofensiva en el plazo previsto, sin un segundo de demora, y sin esperar la llegada de todas las reservas. Petrov siempre ha estado a la defensiva y no tiene mucha experiencia en ofensiva. Explíquele que tiene que contar cada día, cada hora.

En cuarto lugar. Vaya inmediatamente a la zona del grupo del Mar Negro y asegure la ejecución de la presente directriz».

Todo el mundo comprendía que esto quería decir: «impedir que los alemanes saliesen del Cáucaso y detener su reagrupamiento, cuando hasta la víspera se introducían de manera insolente en el Sur, hacia el Elbruz, hacia Georgia y Azerbaiyán. Esta era la tarea a la orden del día». [201]*

[*Es la interrupción de este avance de los alemanes hacia el petróleo ruso del Mar Caspio, tres semanas antes de la batalla de Stalingrado, lo que permitió el triunfo en esta última, que fue decisiva para el desenlace de la guerra (nota del traductor)]

A propósito de la lógica de hierro de Stalin, W. Churchill escribe: «Stalin era un hombre de una energía inusitada, (…) despiadado en las discusiones, a quien yo mismo, formado en el Parlamento británico, no podía oponer nada». [202]

Y el Mariscal Vasilevski escribe que jamás vio una memoria igual, su memoria era excepcional. [203]

A diferencia de los teóricos Marx, Engels, y Lenin, Stalin tenía el don de explicar, hasta los problemas teóricos más complejos, en un lenguaje simple y claro, comprensible para todo el mundo. Es por eso que los trabajadores le entendían cuando se dirigía a ellos para explicarles la política del PCUS y del gobierno soviético.

El escritor Máximo Gorki decía de Stalin: «Es un hombre con una inteligencia profunda y un corazón enorme». [204]

Éstas son las apreciaciones de los que lo conocían de cerca y habían trabajado con él.

5. Decisión, firmeza, rigor y exigencia sin compromisos

Estas cualidades de Stalin se habían formado y templado en las luchas, los arrestos y las deportaciones en los años anteriores a la Revolución de Octubre. Salían a flote en los sufrimientos por las dificultades encontradas en el camino de la edificación del socialismo y de la Gran Guerra Patria.

L. M. Kaganóvich escribe que, ya en la época de Lenin: «en 1922, Preobrazhenski tomó la palabra para decir que Stalin estaba en dos Comités –el de las cuestiones nacionales, y el de la inspección obrera y campesina-. Lenin contestó que Stalin era el único en conocer la cuestión nacional, y que para la inspección hacía falta una mano firme». [205]

Y Kaganóvich escribe también: «I. V. Stalin era de hierro, entero, siempre movilizado interiormente.» [206] El antiguo Ministro de Agricultura de la URSS, I. A. Benediktov escribe: «La responsabilidad por los errores era individual y concreta. No como ahora, cuando miles de millones se esfuman pero no se encuentra ningún culpable. En nuestra época, una situación así era simplemente inconcebible. Un ministro que hubiera sobrepasado el presupuesto en dos o tres millones de rublos (equivalentes a 2 ó 3 millones de dólares – nota del traductor) arriesgaba no sólo su puesto, sino también su vida. A lo mejor esto les parecerá cruel a algunos, pero desde el punto de vista de los intereses del pueblo, del Estado, esta actitud está totalmente justificada, según mi opinión.» [207]

Este rigor y esta exigencia sin compromisos por parte de Stalin fueron decisivos durante la Guerra Patria. El Mariscal Zhúkov escribe a este propósito: «Por su exigencia inquebrantable, Stalin lograba lo imposible.» [208]

Y el Mariscal Vasilevski escribe: «Un componente del estilo de trabajo de I. V. Stalin como Comandante en Jefe, era su gran exigencia. Su tono era severo, lo que estaba totalmente justificado en las condiciones de la guerra. No perdonaba jamás la inexactitud en el trabajo y la incapacidad de llevar un asunto hasta el final, incluso si esto era el hecho de un camarada irreprochable que no había recibido observación alguna anteriormente.» [209]

El Mariscal Vasilevski da el ejemplo siguiente: «Temprano, en la mañana del 17 de agosto de 1943, estaba en las primeras filas del mando del 46º ejército. Recibí de Stalin el telegrama siguiente:

«Al Mariscal Vasilevski. Son las 3h. 30 del 17 de agosto, y no ha tenido todavía la cortesía de enviar al Mando Supremo el informe sobre la operación del 16 de agosto y su estimación sobre la situación. Desde hace mucho le había pedido que enviara al final de cada día, como representante del Mando Supremo, los datos específicos de la operación. Casi siempre se ha olvidado de su obligación y no ha enviado informe al Mando Supremo.

El 16 de agosto es el primer día de una operación de gran importancia en el frente Suroeste, donde usted es el representante del Mando Supremo. A pesar de todo, usted se ha permitido olvidar su deber acerca del Mando Supremo y no mandar los datos esperados. Le aviso, por última vez, que si usted se permite una sola vez más olvidar su deber acerca del Mando Supremo, será apartado del puesto de jefe del Estado mayor y retirado del frente.»

Este telegrama me causó pavor. Durante todos los años de mi servicio, pasados en ejército, no sufrí ni la más mínima observación hacia mí. Todo mi error en el presente caso, consistía en el hecho de que el 16 de agosto, encontrándome en los ejércitos de Glagolev, como representante del Mando Supremo efectivamente retrasé por unas horas el informe regular. Durante todo mi trabajo con Iósif Stalin, sobre todo durante la Guerra Patria, sentía siempre su gran atención, diría incluso una preocupación excesiva hacia mí, que me parecía no merecer. ¿Qué pasó? Después de mi regreso al puesto de mando del frente, llamé inmediatamente a mi primer sustituto en el estado mayor, A. I. Antonov. Sentía que estaba tan emocionado por lo que había sucedido que intentaba tranquilizarme por todos los medios. Me dijo que mi informe, el que Stalin me había reclamado, había llegado al Mando Supremo, pero después del envío del mensaje de Stalin. Antonov añadió, tranquilizándome, que Stalin le había dado la consigna de no comentar con nadie el contenido de esta carta y conservarla personalmente. Me confió también que el débil avance de la ofensiva en los frentes de Vorónezh y del Suroeste inquietaba mucho al Comandante Supremo. No habiendo recibido mi informe, Stalin había intentado localizarme por teléfono, sin lograrlo. Y entonces había dictado a Antonov el texto mencionado.

Añadiré solamente que Stalin siempre era tan categórico. Exigía una disciplina igual para cada uno de los representantes del Mando Supremo. Teníamos derecho a desplazarnos según nuestro criterio, pero sólo en los límites de los frentes de los cuales debíamos coordinar las acciones. Para ir a otro frente hacía falta una autorización especial del Comandante Supremo. Considero que la falta de relajación hacia los representantes del Mando Supremo estaba justificada por los intereses de la dirección operacional de las batallas. El Comandante Supremo seguía muy atentamente el desarrollo de los acontecimientos en los frentes, reaccionaba con prontitud a todos los cambios ocurridos y llevaba con firmeza la dirección de los ejércitos». [210]

Hay personas mal informadas, o políticamente comprometidas, o enredadas (manipuladas) por la propaganda imperialista que dicen: «no es exigencia, es crueldad». El hecho es que este comportamiento significa una responsabilidad excepcionalmente grande ante la Patria y el pueblo, en las crueles condiciones de la lucha decisiva para el país. Esta exigencia no sólo era indispensable, sino inevitable y útil para el desarrollo victorioso de la URSS y principalmente para la victoria de la Gran Guerra Patria.

Vamos a citar una vez más al Mariscal Vasilevski sobre este tema: «quisiera subrayar otra vez, que los ejércitos soviéticos resistieron, retuvieron la presión del enemigo que nos sobrepasaba en potencia y en armamento, gracias al gran papel que jugó la dirección infalible del Comité Central del Partido y del Comité de Estado para la Defensa, con Stalin a su cabeza». [211]

El Mariscal Vasilevski escribe también: «en mi memoria Stalin permanece severo, con una gran voluntad como dirigente militar, combinada con un encanto personal». [212]

En lo concerniente a su encanto, el Mariscal K. K. Rokossovski, citando una de las innumerables discusiones que había mantenido con Stalin durante la guerra, escribe: «Tomé el auricular y me anuncié. Como respuesta oí la voz tranquila y monótona del Comandante Supremo. (…) Le expuse las medidas del contraataque previstas. «Les rogamos resistan todavía cierto tiempo, nosotros les ayudaremos». Su voz cálida y paternal daba seguridad, vigor, amparaba moralmente». [213]

6. Colosal talento organizador

Las cualidades organizadoras de Stalin se demostraron ante todo durante la guerra, cuando tomó sobre sus hombros el peso de la responsabilidad histórica en el Partido, en el Estado y en el Ejército. Durante estos años era:

-Secretario General del Comité Central del Partido Comunista,

-Primer Ministro de la URSS,

-Ministro de Defensa de la URSS,

-Presidente del Comité de Estado para la Defensa de la URSS,

-Comandante Supremo de las fuerzas armadas de la URSS.

La concentración de tantas grandes responsabilidades (sin aumento de salario) por una sola persona, en un gran país como la URSS, no tiene precedente en la historia de la humanidad. Hay personas mediocres que no se imaginan la pesadez de tal tarea: los que han considerado este hecho como un centralismo antidemocrático, y lo han llamado «totalitarismo». Pero la vida y la práctica social han demostrado la necesidad de tal centralización en las condiciones históricas concretas de la aguda lucha de clases.

En los años de la edificación del socialismo en la URSS, la lucha de clases era despiadada. Para resistir y para que el socialismo triunfase, hacía falta una disciplina de hierro, una constante vigilancia revolucionaria y una gran centralización de la dirección del país. Los millones de habitantes de la URSS lo entendían, y llevaban con entusiasmo el nombre de Stalin en todas las batallas, tanto en la vida civil como en el frente.

Son esta confianza y esta estima hacia su dirigente, las que han permitido realizar los éxitos socialistas en unos plazos muy cortos: la industrialización, la colectivización, la revolución cultural y la preparación del país para la guerra. El papel decisivo para estos éxitos fue interpretado sin duda alguna por los cuadros dirigentes del Partido Comunista y del país, bajo la dirección de Stalin.

S. M. Kírov decía, en 1934, el año de su trágica muerte, que Stalin poseía una «voluntad potente y un talento organizador colosal». [214]

Las cualidades personales de Stalin y, en primer lugar, sus capacidades organizadoras se han revelado como el factor decisivo para los éxitos de la URSS.

La autoridad de Stalin esparcía esperanza y optimismo y daba valor a las masas, que estaban dispuestas a sacrificarse para la ejecución de los planes del partido.

La centralización de todo el poder de la Unión Soviética en manos de una persona, cuya autoridad inspiraba confianza, esperanza y optimismo, se ha revelado todavía más útil en los años de guerra.

El Mariscal Vasilevski escribió:

«Stalin no era un militar profesional. ¿Estaba justificado entonces que fuese escogido para estar a la cabeza del Mando Supremo? Sí, sin duda alguna, estaba justificado (…) En este periodo extremadamente difícil, siguiendo la experiencia de Lenin en la guerra civil, la mejor solución era la concentración de las funciones de dirección del Partido, del Estado, de la economía y de las operaciones militares, en manos de una sola persona. Debíamos organizar al país como un campo militar, hacer del frente y de la retaguardia un todo unido, someter todas nuestras fuerzas a la tarea del aniquilamiento de los conquistadores fascistas alemanes. Y, cuando Stalin, como Secretario General del PCUS, presidente del Consejo de los comisarios del pueblo, presidente del Comité de Estado a la Defensa, se hizo comandante en jefe y Comisario del pueblo para la defensa, las posibilidades de victoria en la guerra se ampliaron considerablemente.

Una unificación así de las funciones de dirección del Partido, del Estado y de la dirección militar en la persona de Stalin, no significaba que en los años de guerra decidiera todas las cuestiones por su simple voluntad». [215]

A. M. Vasilevski, también escribe:

«Puedo proporcionar documentos que testifican sobre el gran papel del Comandante Supremo en la dirección de los frentes, que demuestran que estaba a la altura tanto como organizador que como dirigente de las acciones de nuestros ejércitos». [216]

El Mariscal Zhúkov escribe:

«El Comandante Supremo -por su organización de todos los suministros necesarios para las operaciones, la constitución de reservas estratégicas, la organización de la producción del material de guerra y, en general, por la creación de todo el contingente necesario para la guerra- se mostró como, diría yo directamente, un gran organizador. Sería injusto no reconocerlo». [217]

Y el Mariscal Zhúkov subraya: «Sin duda alguna, Stalin era un Comandante en jefe meritorio». [218]

Tales son los hechos y las realidades históricas.

Son convincentes. Muestran lo acertado de la dirección del país por Stalin.

En presencia de hechos y de pruebas de esta índole, es triste ver algunos científicos, profesores y académicos, escribir todavía para «demostrar» que la URSS en la época de Stalin tenía una dirección «totalitaria», denominando su poder: «totalitarismo estalinista», según fórmulas elaboradas por las agencias y las oficinas de la CIA.

Después de todo lo que hemos expuesto más arriba sobre los méritos del Comandante Supremo para la victoria sobre Alemania, y para los éxitos innegables de la edificación del socialismo bajo su dirección, de los cuales han atestiguado grandes dirigentes militares del Ejército soviético, es apenas necesario demostrar la injusticia de tales afirmaciones.

Señalaremos a pesar de todo:

1) La noción de «totalitarismo» viene del término en latín tardío «totalis» que quiere decir: entero, pleno. En política, significa la concentración de todo el poder, del pleno poder en manos de una sola persona o de un organismo estatal.

2) La noción de «totalitarismo estalinista», es introducido en el vocabulario político contemporáneo por los enemigos del socialismo para oponerla al poder capitalista supuestamente democrático, que no sería centralizado, que no sería, entonces, totalitario. El objetivo final es el de criminalizar al poder de los Soviets («Consejos» – nota del traductor), presentándolo como un poder antidemocrático.

3) La concentración de un poder enorme en manos de una sola persona, en las condiciones históricas de realización de una sociedad socialista, única en el mundo, y de una terrible guerra, fue necesaria y útil, con la condición de una política justa.

F. Engels escribe a este propósito: «cuando se me habla de autoridad y de centralización como de dos cosas condenables en todas circunstancias, entonces me parece que los que hablan de eso, o son revolucionarios únicamente de boquilla, o no saben lo que es la revolución… Precisamente, la centralización y la autoridad fue lo que le faltó a la Comuna de París». [219]

4) La concentración del poder en manos de una sola persona no significa la toma de decisiones individual. Es más bien lo contrario: durante todo el período de la edificación del socialismo y durante los años de guerra, Iósif Stalin como dirigente, consultaba y se apoyaba sobre el colectivo de especialistas en el Comité Central del Partido Comunista, sobre los especialistas cualificados y los ministros del Consejo de Ministros, así como sobre el Estado mayor del Ejército Soviético, y sobre la experiencia de los comandantes de los frentes durante los años de guerra.

5) La decisión de conciliar un poder enorme en manos de Stalin, se ha demostrado justa y clarividente. Estaba fundamentada sobre sus cualidades personales. Porque bajo su dirección los pueblos soviéticos han alcanzado victorias históricas inauditas -la edificación del socialismo-, sin disponer de ningún otro ejemplo de una sociedad sin clases, y la victoria sobre la barbarie fascista, cuya potencia era claramente superior.

Desde luego, la personalidad y las cualidades del que tiene el poder son decisivas para la utilización victoriosa de éste. Stalin poseía estas cualidades y esta personalidad.

Pero lo que es todavía más importante: ¿qué intereses favorece este poder?

En la época de Stalin, este poder sirvió a los intereses vitales de las masas trabajadoras, cumpliendo un papel progresista, revolucionario e histórico.

En cambio, si la concentración del poder está en manos de monarcas, de presidentes o de organismos burgueses, sirviendo los intereses de la clase explotadora, esto quiere decir que es antipopular, antidemocrático y reaccionario.

Por consiguiente, el fenómeno social que emana de la concentración del poder puede ser negativo o positivo.

El poder descentralizado –«no totalitario»- de los grandes países capitalistas, es reaccionario, antipopular y antidemocrático, ya que sirve a los intereses de una minoría explotadora, la clase capitalista.

Es espeluznante que haya intelectuales y científicos que puedan utilizar la noción de «totalitarismo», cuyo objetivo evidente es el de calumniar y de denigrar el poder soviético, principalmente el de la época de Stalin. Esto significa que siguen «masticando» y «chupando» el biberón de este invento plagado de sinsentido: el «culto» a la personalidad de Stalin.

Es imperdonable que algunos científicos pongan el signo de igualdad entre dictadura fascista y dictadura del proletariado. No quieren ver, ni reconocer la diferencia fundamental entre la dictadura fascista del gran capital financiero burgués y la dictadura del proletariado, que reconoce y asegura la transición victoriosa del capitalismo al comunismo.

Citaremos aquí al disidente soviético, A. Zinóviev: «Occidente ha impuesto a la humanidad una visión errónea del fascismo y del comunismo como fenómenos similares, como variantes de un «totalitarismo» cualquiera. ¡Y millones de personas se han tragado esta mentira de la ideología occidental!». [220]

7. Una capacidad excepcional de trabajo

Una característica de Stalin, a lo largo de toda su vida, era su gran capacidad de trabajo.

B. Bajanov, antiguo secretario de Stalin, dice: «Sobre la mesa de despacho de Stalin había muchos libros y manuscritos. Stalin leía y escribía mucho, a fin de prepararse para las discusiones y los discursos». [221]

V. M. Molotov escribe en sus memorias: «Muchos decretos, a menudo cientos por semana, eran adoptados por el Consejo de Ministros. La URSS es un país inmenso. Todos los decretos eran preparados en paquetes por Poscribichov, y eran sometidos a Stalin para la firma. Montones enormes. Era difícil tan sólo quitarles los nudos a sus ataduras. Sin embargo, todos salían con la firma de Stalin». [222]

Su actividad no cesaba ni en el Kremlin, ni su domicilio en Kuntsevo (Cerca de Moscú – nota del traductor). Se paraba sólo para dormir.

De la capacidad de trabajo de Stalin, atestiguan sus más próximos colaboradores, que trabajaban día y noche con él. Por ejemplo, S. M. Shchemenko escribe: «Stalin introdujo en el Estado mayor el trabajo de día y de noche, y reglamentaba personalmente el tiempo de trabajo del equipo dirigente. El Comandante Supremo escuchaba los informes tres veces al día». [223]

El Mariscal de la URSS, G. K. Zhúkov, que era el primer sustituto del Comandante Supremo durante la guerra, escribe: «Una capacidad de trabajo sorprendente, el don de captar rápidamente la esencia de las cosas, le daban la posibilidad de recorrer y de absorber una cantidad extraordinaria de informaciones diferentes al día, lo que no era concebible más que para la capacidad de un hombre excepcional». [224]

Y precisa: «Stalin trabajaba sin respiro de 15 a 16 horas al día». [225]

Más adelante, el Mariscal Zhúkov sigue: «La actividad del Comandante Supremo es inseparable del nombre de Stalin… cada uno trabajaba según sus fuerzas y sus posibilidades. Pero todos intentaban compararse con Stalin, cuando él, pese a su edad (62 a 65 años durante la guerra – nota del traductor) estaba siempre activo e incansable». [226]

El Mariscal Zhúkov cuenta el caso siguiente: «En la marcha de la operación de Pomerania Este, pienso que era el 7 ó el 8 de marzo de 1945, era necesario que volase rápidamente hacia la sede del mando supremo, donde fui llamado por el Comandante Supremo. Desde el aeropuerto, fui directamente a casa de Stalin que había vuelto a casa, no sintiéndose muy bien. Después de haberme hecho algunas preguntas sobre la situación en Pomerania y sobre el Oder, y escuchado mis respuestas, el Comandante Supremo dijo: «Vayamos a pasear un poco, porque hoy no estoy muy en forma. Se notaba un cansancio muy grande en su habla, en su aspecto y en sus movimientos. Durante los cuatro años de guerra, Stalin se cansó enormemente. Trabajaba mucho y no dormía bastante. Todo esto no podía quedar sin consecuencias para su salud». [227]

8. Simplicidad y modestia en el trabajo, en su modo de vida y en sus relaciones con la gente

Durante toda su vida, Stalin dio un ejemplo personal de simplicidad y modestia en su vida y en sus relaciones con la gente. Los ejemplos de ello son innumerables. Vamos a relatar algunos ejemplos de los más característicos.

El conocido periodista Leon Feihtwanger escribe: «No autorizaba celebrar públicamente sus cumpleaños. Cuando se le saludaba públicamente para su cumpleaños, subrayaba siempre que estas felicitaciones concernían a su política y no a su persona». [228]

Cuando el Partido organizó unas conmemoraciones para su 60 y 70 cumpleaños, consideró esto como un reconocimiento del Partido y del pueblo por los éxitos obtenidos bajo su dirección.

Podemos constatar su actitud, concerniente a los discursos y a las palabras que le alababan demasiado, en su respuesta a la carta de Razin del 22 de febrero de 1946: «Las expresiones en honor a Stalin molestan al oído, y uno se siente molesto al leerlas». [229]

El Mariscal Vasilevski escribe: «Stalin no hablaba nunca de sus méritos, hasta donde he podido observar. Al menos, yo no he tenido la oportunidad de oír semejantes cosas. La medalla de «Héroe de la URSS» y la distinción de «Generalísimo» le fueron entregadas por los comandantes de los frentes, con la conformidad escrita del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista. Y tenía menos medallas que los comandantes de las gentes y de los ejércitos». [230]

Molotov dice en sus memorias: «Se trata de la condecoración otorgada a Stalin «Héroe de la URSS» y después de la guerra, del título de «Generalísimo de la URSS». Stalin dijo que no correspondía a las exigencias para la obtención de una distinción así: La condecoración de «Héroe» no puede ser otorgada más que por heroísmo personal. Yo no he cumplido tal heroísmo, y no cogió la estrella. (…) Stalin lamentaba haber aceptado el título de «Generalísimo». Esto se debía al deseo de Kaganóvich, Beria y otros, pero los comandantes de las gentes insistían también. Stalin se lamentaba: ¿cómo he podido aceptar? La primera vez se había negado, después la había aceptado y lo deploraba». [231]

El comportamiento categórico de Stalin sobre este tema es descrito por Shchemenko:

«Los miembros del Buró Político se encontraban en el gabinete de Stalin. El jefe de la retaguardia, A. V. Khruliov, informaba. Al final de su informe, pidió permiso para enseñar a los presentes el nuevo uniforme. Stalin estaba de buen humor y dijo: ¡Bien! Que el Estado mayor lo vea también La señal fue dada en el salón de recepción. El Intendente en jefe, P. I. Drachev, entró.

Stalin le echó una mirada y frunció el ceño. Aparentemente, había adivinado para quién era este uniforme.

-¿A quién tiene usted la intención de vestir así? Preguntó a Khruliov, moviendo ligeramente la cabeza hacia el Intendente en jefe.

-Este uniforme es propuesto para el Generalísimo – contestó Khruliov.

-¿Para quién? – preguntó Stalin.

-Para usted, camarada Stalin.

El Comandante Supremo le pidió al Intendente en jefe que saliese, y sin molestarse por los presentes, estalló en una retahíla. Discutía el enaltecimiento demasiado grande de su persona; dijo que eso no era inteligente, dijo que no se esperaba una cosa así por parte del jefe de la retaguardia.

Así se acabó esta idea de uniforme de generalísimo. Hasta el final de su vida, Stalin llevó el uniforme de Mariscal, como todos los otros Mariscales». [232]

Stalin no soportaba las tentativas de elogios y los signos de fidelidad personal. Eso se constata en la carta a Shatunovski del mes de agosto de 1930:

«Usted habla de su fidelidad hacia mí. Es, a lo mejor una frase que se le ha escapado por casualidad Yo le aconsejaría rechazar el «principio» de fidelidad hacia las personas. Esto no es Bolchevique. Sea fiel a la clase obrera, a su partido y a su Estado. No confunda esto con la fidelidad hacia las personas, es palabrería intelectual, vacía e inútil.

Saludo comunista. Iósif Stalin». [233]

V. M. Molotov dice del comportamiento de Stalin hacia la gente: «Stalin respetaba a la gente con la cual trabajaba. Yo le decía abiertamente lo que pensaba, tanto lo positivo, como lo negativo. Siempre era crítico. Respetaba a los miembros del Buró Político, los científicos, los escritores. Pero a Kírov y a Zhdánov, los quería, simplemente». [234]

De su comportamiento atento, sin formalismos, respetuoso, cuenta S. M. Shchemenko:

«Iósif Stalin seguía atentamente los acontecimientos de nuestros avances en los países bálticos. Antonov (el jefe del Estado mayor del Ejército Soviético – nota del autor) tenía que ir cada vez más a menudo a la «Villa cercana», a ver a Stalin. Una vez, llegamos a la hora de la cena (Stalin cenaba hacia las 21 ó 22h., e incluso a veces más tarde). El Comandante Supremo nos invitó a pasar al comedor. No era la primera vez que esto ocurría y he guardado en mi memoria algunos detalles curiosos. Las cenas en casa de Stalin, incluso las más grandes, se desarrollaban sin servicio. Éstos sólo traían al comedor todo lo que hacía falta y se retiraban en silencio. En la mesa se encontraban dispuestos de antemano los cubiertos, el pan, el coñac, el vodka, vinos secos, condimentos, algunas hierbas medicinales, champiñones y frutas. De costumbre, no había embutidos o demás entremeses. No soportaba las conservas.

Las entradas estaban dispuestas en otra mesa de al lado, con una pila de platos limpios. Stalin pasaba de una fuente a otra, levantando las tapas y hablando en voz alta: Ahá, potaje… y aquí sopa de pescado. Nos servimos un poco de potaje de col. Y se servía. Después llevaba su plato a la mesa.

Cada uno de los invitados hacía lo mismo, sin hacerse de rogar, independientemente de su grado. Cada uno tomaba lo que le gustaba.

El segundo servicio llegaba, y de nuevo cada uno de los invitados tomaba lo que quería. Se bebía, claro está, uno o dos vasos. Cuando nos invitó a comer por primera vez, Antonov y yo rehusamos beber. Stalin se dio cuenta de ello y con una media sonrisa dijo: la gente del Estado mayor puede beber un vaso.

En vez de postre, se traía té. Se servía desde un gran samovar, colocado sobre la mesa de al lado.

Más tarde, siendo ya jefe del Estado mayor, tuve la oportunidad de almorzar con Stalin, no sólo en Moscú, sino también en el Sur, donde descansaba, y donde éramos llamados para hacer nuestros informes.

Allí también, el ritual del almuerzo se realizaba sin ceremonias». [235]

Es interesante, a lo mejor, evocar una anécdota de la vida cotidiana de Stalin, que describe S. M. Shchemenko:

«El final de agosto de 1944 fue particularmente bonito. Stalin estaba cansado, como todos nosotros, por la increíble tensión de nuestra vida cotidiana de guerra, y prefería trabajar en su casa. Presentábamos allí los informes sobre la situación y los documentos para firmar. A menudo se reunían allí también los miembros del gobierno.

En los pocos momentos de descanso, nuestro anfitrión era muy acogedor y le gustaba que visitáramos el jardín. Una vez, señaló un pequeño montículo sin árboles y dijo que después de la guerra haría crecer allí sandías. Antonov y yo nos miramos, era una manera de decir que el clima de Moscú no era el del Sur…

Pero, poco después de la guerra, nos acordamos de las sandías.

Después de la parada de la aviación en Toushino, que fue aplazada varias veces por causa del mal tiempo, Stalin invitó a los miembros del Buró Político y de la dirección del Ministerio de Defensa.

Las mesas estaban puestas en la Alameda de los abedules en la «Villa cercana». El tiempo era magnífico, nuestro humor también. Después del almuerzo, Stalin nos llevó a la pequeña colina, donde efectivamente crecían algunas decenas de sandías. Él escogió una sandía gorda, la llevó a la mesa y, haciendo un hábil gesto, con un único golpe de cuchillo, la partió en dos. La sandía era muy roja y muy dulce. No nos quedó más que extrañarnos de cómo en ese clima moscovita podían crecer sandías». [236]

Es, a lo mejor, el escritor francés Henri Barbusse, quien ha descrito de la manera más breve y más fiel la imagen de Stalin: «Stalin es un hombre con una cabeza de sabio, una cara de obrero y el traje de un soldado raso. Stalin es el Lenin de hoy». [237]

Y el escritor ruso, Máximo Gorki escribió: «es un gran regocijo para el hombre vivir y luchar en un país donde la gran sabiduría del Partido y la voluntad de hierro de su dirigente, Iósif Stalin, libera para siempre al hombre de las costumbres y supersticiones renegadas del pasado». [238]

La misma idea es expresada en uno de los cantos más populares en la Unión Soviética, «Canción por la Patria» (Original en ruso):

Mi querido y vasto país,

Estás lleno de bosques, de campos y ríos,
No conozco otro país,
Donde el hombre respire así de a gusto.
La autoridad de Stalin se había edificado en las innumerables batallas de clase,
 y se había transformado en fuente de gran energía social
en los años de los planes quinquenales,
y en gran patriotismo socialista durante la guerra.

El nombre del Stalin significaba para la gente común: esperanza, optimismo y victoria. Stalin amaba al pueblo soviético. Esto resalta de manera flagrante en su petición al pueblo soviético y a los soldados soviéticos, realizada el 3 de julio de 1941. De esta petición emana un calor y una preocupación paternal, basta con citar sólo el principio:

«¡camaradas! ¡Ciudadanos!
¡Hermanos y hermanas!
¡Combatientes de nuestro ejército y de nuestra flota!
¡Me dirijo a vosotros, mis amigos!»

En el prefacio de su libro «Regreso de la URSS», el célebre escritor francés, André Gide, escribe: «la autoridad de Stalin ha crecido orgánicamente con los éxitos de la construcción económica. El pueblo le está agradecido a Stalin por el pan, la carne, el orden, la educación, y por la creación del ejército, que asegura su bienestar. El pueblo ha de tener alguien a quien expresar su reconocimiento por la indiscutible mejoría de sus condiciones de vida, y por eso, no ha escogido nociones abstractas, no el comunismo abstracto, pero sí a un hombre concreto, Stalin.» [239]

El disidente soviético, A. Zinóviev, escribe: «Hasta su muerte, mi madre guardó en el Evangelio el retrato de Stalin. ¿Por qué? Porque gracias a los koljóses, sus hijos pudieron dejar el pueblo y se integraron en la vida urbana contemporánea. Uno de sus hijos se hizo profesor; otro, director de fábrica; el tercero, oficial; y los otros tres, ingenieros. Algunos millones de otras familias rusas han vivido la misma evolución». [240]

Friedrich Engels había conocido, estando vivo, la misma popularidad creciente… que sin embargo no ha disminuido hoy. [241]

Stalin no utilizó su autoridad ni su popularidad para enriquecerse: no tenía cuentas en bancos extranjeros, ni siquiera una cantidad ahorrada, ninguna riqueza. Se dice que el único objeto que le pertenecía, era su pipa. El escritor norteamericano, Theodore Dreiser, quien visitó la Unión Soviética en la época de los planes quinquenales de Stalin (en los años 30 – nota del traductor), escribió que lo que más le había impresionado eran dos cosas: «el entusiasmo jamás visto del pueblo soviético, y el salario de Stalin: 225 rublos, cuando el de un minero era de 250 rublos». [242]

Es esta gran autoridad la que había sido renegada por Jruschov a través de su informe «Sobre el culto a la personalidad y de sus consecuencias», inaugurando la campaña calumniadora contra Stalin, que sigue hoy y crea el desconcierto en el espíritu de la gente.

En su discurso en el entierro de Marx, Federico Engels dijo:

«Marx fue el hombre más detestado y más calumniado de su época por los enemigos de la revolución. Pero su nombre y su obra sobrevivirán durante siglos». [243]

Desde hace 120 años, el nombre y la obra de Marx siguen brillando como una estrella. La comunidad científica lo ha designado como “el pensador del milenio”.

Molotov recuerda que, durante la guerra, Stalin había dicho de sí mismo:

«Sé que cuando muera, se tirarán sobre mi tumba montones de inmundicias. Pero el viento de la historia se las llevará sin piedad». [244]

Cincuenta años después de su muerte, la campaña calumniadora contra el nombre y la obra de Stalin está en su apogeo. Esta campaña repite las mismas calumnias, y añade nuevas. Escritores y científicos escriben «memorias», hacen entrevistas, películas son «creadas». Todo esto con una sola meta: denigrar su personalidad, ligada a todos los éxitos del socialismo.

¿Por qué sigue este odio? ¿Cuál es la meta buscada con esta continua campaña calumniadora contra Stalin?

Se puede contestar a esta pregunta de la manera siguiente:

Marx y Engels crearon la ciencia de la revolución, de la liberación de la clase obrera y de la construcción del socialismo y del comunismo: fueron calumniados por los enemigos de la revolución.

Lenin organizó y realizó, por primera vez en la historia, la revolución socialista y empezó la construcción del socialismo sobre una sexta parte del planeta: también fue calumniado por los enemigos de la revolución.

Stalin, como continuador de la obra de Marx, Engels y Lenin, fiel a su teoría, realizó la sociedad socialista. Esta sociedad ha demostrado su vitalidad, siendo un ejemplo seductor para todos los pueblos explotados de la tierra: es por eso que la campaña calumniadora sigue y seguirá siempre.

Pero vendrá el día en el que las masas retomarán la bandera del socialismo, y girarán sus miradas hacia el ejemplo de la realización de esta sociedad nueva en la época de Stalin.

Molotov escribe:

«Sin duda alguna, el nombre de Stalin se elevará de nuevo y retomará su sitio glorioso en la historia». [245]

Y el disidente soviético, A. Zinóviev, escribe: «Era un antistalinista convencido desde los 17 años. (…) Cuando Stalin estaba vivo, yo veía las cosas de otra manera. Pero ahora, abrazando el siglo XX, digo: Stalin ha sido la más grande personalidad de este siglo, el más grande genio político. Tener una mirada científica hacia alguien es muy diferente de su posición personal hacia él». [246]

El sacerdote ruso, Dimitri Dudko, quien fue condenado dos veces al campo penitenciario, la primera vez en la época de Stalin, escribe en 1995 lo siguiente:

«Si, Stalin nos fue enviado por Dios. Creó un Estado tal que, se haga lo que se haga para destruirlo hoy, no se consigue acabar con él. Incluso destruido, siempre dará miedo a los países capitalistas demasiado alabados. No hemos visto en la época de Stalin, tal degradación moral, tal criminalidad, como existe hoy. [247] (…) Es por eso que yo, como cristiano ortodoxo, hago mi reverencia más profunda ante Stalin. [248] (…) Ya es hora de que Stalin sea rehabilitado». [249]

Tres años después de Congreso del PCUS, con ocasión del 80º Aniversario del nacimiento de Stalin, el 21 de diciembre de 1959, Winston Churchill, en su discurso ante la Cámara de los Comunes en Inglaterra, declaró:

«Fue una suerte para Rusia que, en los años de las grandes pruebas, a la cabeza del país se encontraba el genio e inquebrantable Comandante, Stalin. (…) Era la persona más brillante, que hacía frente a nuestra época cruel y cambiante, en la cual se desarrolló su vida. (…) Stalin poseía, ante todo, un agudo sentido del humor y del sarcasmo, y la capacidad de captar exactamente nuestros pensamientos. Esta fuerza de Stalin era tan grande, que se ha impuesto como el único entre los dirigentes de Estado de todos los tiempos y de todos los pueblos (…) Stalin nos impresionaba mucho. Poseía una profunda sabiduría, reflexiva y lógica, privada de cualquier pánico. En los momentos difíciles, era el maestro invencible para encontrar una salida a la situación más embrollada. Tanto en los momentos más críticos, como en los momentos de victoria, Stalin era siempre comedido y no caía nunca en ilusiones. Era una persona extraordinaria. Creó y sometió un imperio enorme. La historia no olvida personas así». [250]

¡Qué absurdo más extraño! Winston Churchill, el enemigo nº 1 de la Unión Soviética, reconoce y eleva alabanzas a la autoridad de Stalin, cuando el miembro del Comité Central del PCUS, Jruschov, lo calumnia y reniega de su personalidad.

Algunos de los émulos fieles a Jruschov, intentan comparar e incluso situar sus méritos, y en general, la actividad de Jruschov, más alto que la de Stalin, eso es tanto como decir, medir lo inconmensurable. ¿Se puede comparar al gorrioncillo de las calles con una potente águila de las montañas mirando en la lejanía?

A esta pregunta, los pueblos soviéticos han contestado lo más objetivamente posible, creando poesías y canciones a la gloria de Stalin. ¿Existen poesías sobre Jruschov? No hay más que pequeñas historias. Porque los pueblos soviéticos no veían en la persona de Jruschov la autoridad de un dirigente, meritorio, aún cuando él, después de la muerte de Stalin, se auto designó «Héroe de la URSS», y tres veces «Héroe del trabajo socialista».

Vamos a citar un extracto de una de las innumerables poesías dedicadas al dirigente del Partido y del país, cuyo nombre está ligado a todos los triunfos y victorias de la URSS, la poesía de Dzhambul Dzhambaev, poeta de Kazajstán, llamado «el ruiseñor de la felicidad popular» (en noviembre de 1942, 16 soldados de Kazajstán envían una carta a Dzhambul Dzhambaev, dirigiéndose a él con estas palabras: «Nuestro ardiente cantante, ruiseñor de la felicidad popular» – nota del autor).

Mi Stalin: Canto esta canción para ti* (Original en ruso)

Contigo me encuentro las mañanas claras,
Contigo me siento a beber un té,
Contigo canto mis canciones preferidas,
Contigo suelto mi corazón a volar,
Contigo acaricio a mis nietos satisfechos.
Mi querido maestro, educador del pueblo alegre,
Eres el corazón, y la voz de los poemas de las estepas,
Eres la alegría del pueblo, eres el alba de la vida,
Eres la fuerza, y la gloria, y mi canto que retumba.

Notas:

180. I. Stalin, «Breve biografía» pág.5. SoBa, 1951.
181. C. Kvantaliani en «Tribouna» nº 24, 1994.
182. V. M. Molotov, «Recuerdos», en «Tribouna» nº 15, 1994.
183. V. M. Molotov, «Recuerdos», en «Tribouna» nº 29, 1994.
184. Ídem, en «Tribouna» nº 25, 1994.
185. I. V. Stalin, «Obras», Tomo 12, pág.117. Sofia, 1951.
186. V. M. Molotov, periódico «Litteratoumaya gazeta» del 18 de abril de 1990.
187. V. M. Molotov, «Recuerdos» en «Tribouna» nº 10, 1994.
188. S. M. Chetchemenko, «El Estado mayor durante la guerra», Libro II, pág.41.
189. V. M. Molotov, «Recuerdos» en «Tribouna» nº 21, 1994.
190. A. E. Gologanov, en «Tribouna» nº 14, 1994.
191. M. Lobanov, «Stalin en la memoria de sus contemporáneos y en los documentos de la época», pág.269, 1995.
192. M. Lobanov, obra citada, pág.270.
193. I. A. Benediktov, en «Tribouna» nº 17, 1992.
194. Periódico «Tribouna» nº 10, 1994.
195. V. M. Molotov, «Recuerdos» en «Tribouna» nº 10, 1994.
196. Revista «Molodaya guardia» nº 3, pág.251, 1991.
197. V. M. Molotov, «Recuerdos» en «Tribouna» nº 9, 1994.
198. V. M. Molotov, «Recuerdos» en «Tribouna» nº 20, 1994.
199. G. K. Zhúkov, «Memorias y reflexiones» pág.323.
200. A. M. Vasilevski, «Una obra para toda una vida», pág.513.
201. Ídem, pág.269.
202. W. Churchill en «Tribouna» nº 12, 1994.
203. A. M. Vasilevski «Una obra para toda una vida», pág.518.
204. M. Gorki en «Krasnaya zvezda» del 12 de marzo de 1988
205. L. Kaganóvich, en «Tribouna» nº 4, 1994.
206. Ídem, en «Tribouna» nº 8, 1994. 207.1, A. Benediktov en «Tribouna» nº 18, 1992.
208. G. K. Zhúkov, «Memorias y reflexiones», pág.451.
209. A. M. Vasilevski «Una obra para toda una vida», pág.515.
210. Ídem, pág.334.
211. Ídem, pág.151.
212. Ídem, pág.513.
213. K. K. Rokossovsly, «Deberes de soldado», pág.79. Sofía, 1970.
214. S. M. Kírov, periódico «Krasnaya zvezda» del 12 de marzo de 1988.
215. A. M. Vasilevslq «Una obra para toda una vida», pág.512.
216. Ídem, pág.456.
217. G. K. Zhúkov, «Memorias y reflexiones», pág.324.
218. Ídem, pág.323.
219. F. Engels, «A. K. Tertzagi», «Obras», Tomo 33, pág.321.
220. A. Zinóviev en periódico «Pravda» del 17 de mayo de 1995.
221. B. Bajanov, periódico «Argumentos y hechos» nº 51, 1990.
222. V. M. Molotov, «Recuerdos» en «Tribouna» nº 30, 1994.
223. S. M. Shchemenko, «El Estado mayor durante la guerra», Libro 1, pág.101.
224. G. K. Zhúkov, «Memorias y reflexiones», pág.322.
225. Ídem, pág.307.
226. Ídem, pág.318.
227. Ídem, págs.686-687.
228. L. Feihtwanger en periódico «Nedelia» nº 17, 1990.
229. I. V. Stalin en «Bolchevik» nº 3, 1947.
230. A. M. Vasilevski, «Una obra para toda una vida», págs.521-522.
231. V. M. Molotov, «Recuerdos» en «Tribouna» nº 9, 1994.
232. S. M. Shchemenko, «El Estado mayor durante la guerra», Libro II, pág.423.
233. I. V. Stalin, «Obras», Tomo 13, pág.16. Sofía, 1952.
234. V. M. Molotov, «Recuerdos” en «Tribouna» no 11, 1994.
235. S. M. Shchemenko, «El Estado mayor durante la guerra», Libro I, pág.226.
236. Ídem, Libro 11, pág.334.
237. Henri Barbusse en «Krasnaya Zvezda» del 12 de marzo de 1988.238. M. Gorki, «Recopilación de artículos con ocasión del 70° Aniversario de I. V. Stalin», pág.6. Sofía, 1949.
239. Andrk Gide en «Nedelia» nº 17, 1990.
240. A. Zinóviev en «Moskovskie Novosti» nº 33, 1989.
241. F. Engels, «A. Kautsky», «Obras», Tomo 39, pág.243.
242. Theodore Dreiser en «Za roubejom» nº 34, 1987.
243. F. Engels en «Missal» nº 11, 1993.
244. V. M. Molotov, «Recuerdos» en «Tribouna» nº 30, 1993.
245. V. M. Molotov, «Recuerdos» en «Tribouna» nº 10, 1994.
246. A. Zinóviev en «Tribouna» nº 39, 1993.
247. M. Lobanov, «Stalin en la memoria de sus contemporáneos y en los documentos de la época», pág.733.
248. Ídem, pág.734.
249. Ídem, pág.732.
250. W.Churchill en «Tribouna» nº 12, 1994.


Fuente: DiarioOctubre


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